Se cruzó con nosotras el día que nos despedimos de Lizzy. Fue como si estuviera planeado para que rescatásemos otra vida.

Era una bolita peluda de apenas un mes de vida, separado de su madre y hermanas con la finalidad de la caza. Nos conquistó con su aliento a leche materna, ganas de jugar y morderlo todo, y por supuesto de dormir, sus ojitos grisáceos, y una energía que te envolvía y te fortalecía. Era un cachorro muy especial, que crecía por días, le encantaba jugar con la jauría perruna del santuario, chapotear en los charcos, robarles comida a las ovejas, dormir debajo del sofá, que lo acurrucasen cuando tenía sueño, robar zapatillas…

Ahora es un cachorrón de casi 60kg que no controla sus largas patas, que cree que su tamaño sigue siendo el que tenía cuando llegó.

Es un perro lleno de bondad y dulzura. Un ser muy especial, con una personalidad extraordinaria. Tuvo mucha suerte, podría haberse pasado gran parte de su vida usado para la caza, y posiblemente abandonado cuando ya no sirviera para ello.

ENEKO